domingo, 9 de junio de 2013

EL PECADO DE CHOLANGO


En el Ecuador, buena parte de la población rechaza el reclamo “indigenista” que el artista ecuatoriano Amaru Cholango realiza constantemente a través de su obra visual y de textos políticos publicados por la prensa. Amaru utiliza su condición indígena como el recurso principal de su accionar artístico y como emblema de lucha, exigiendo un arte que se libere de la institucionalidad colonial contemporánea.[1]

Se le acusa de hacer un:                                                 

“…doble uso instrumental: de su condición de artista (genio, última palabra) y de indígena (esperando por ello una discriminación positiva).”[2]

Y de exigirle a la institución:

“Porque soy indio me tienen que dar plata”[3]

Sin embargo, nadie parece observar la condición que la institución del arte exige de los artistas contemporáneos:
a)      La educación académica –tal como está configurada actualmente-.

b)      La retórica académica.

c)       La cultura ilustrada.

d)      En suma, la filiación al arte enraizado en occidente, o por lo menos a un arte de espaldas a componentes de sentido locales.[4]

Lo que equivale a decir:

                “porque soy ilustrado me tienen que avalar y dar plata” (y mucho mejor cuanto más cerca de la “fuente”)

Es decir, en nuestro país:

                “vale más ser ilustrado que indio”,

cuando ambas condiciones responden a particulares epistemes –lamentablemente atravesadas por el Poscolonialismo y su escala de valores que ya todos conocemos-. Hecho que entre los artistas quiteños ha generado una carrera atroz por hacerse del poder del conocimiento académico y de su retórica de clase “cada vez más encriptada y alejada de las capas indígenas y populares”.

En el fondo sucede lo siguiente, Cholango cometió un pecado social, y este fue: desarrollarse y posicionarse como artista pasando por alto las reglas de juego del campo del arte nacional. Siendo indio y por ello con pocas oportunidades (racismo) fue inteligente actuar desde el extranjero, interpretando luego un doble símbolo al visitar el Ecuador: el de admirable semi-extranjero venido del primer mundo, y el de “indio alzado” con posición política. Menos mal no le hizo falta a Cholango pagar ningún tributo: desarrollar un discurso ultra intelectual, ni relacionarse con la crema y nata del arte ecuatoriano; ese es en el fondo su imperdonable pecado y a la vez su más grande virtud.

Cholango es un fenómeno interesante -a estudiar- pues representa la defensa de lo indio desde una condición indígena híbrida, aferrada sin embargo a su ancestro, dando cuenta de una forma diferente de resistencia. A mi parecer nos proporciona una de las puntas de madeja que puede ayudar a desatar el enredijo del arte contemporáneo local y a la larga de la sociedad y cultura ecuatoriana, para construir, a tono con lo que propone Acha (un pensamiento visual independiente) un verdadero arte ecuatoriano, y no una sucursal provinciana. Proyecto posible únicamente en el marco de la reconciliación racial y cultural, marcado por el aprecio del ancestro y diferencia indígena.






[4] Al que nada aportan las metodologías o estéticas relacionales.