Es evidente que la obra de la
artista Mónica Jerez (estudiante de la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador) expresa sus
significados de manera clara y sin encriptamientos conceptuales –vicio recurrente en el arte contemporáneo- siendo sin embargo una obra de características
contemporáneas, debido a los medios empleados, a la temática tratada y a su presentación
pública y profana.
“COMO UNA OVEJA” (05-07-2013) nos habla de la capacidad cierta que el arte contemporáneo quiteño tiene -ya no solo potencialmente- de interactuar efectivamente con la sociedad y cultura en que se desenvuelve, con el “verdadero espectador”: el transeúnte de las calles, universidades y otros espacios públicos de lo cotidiano, recorridos por hombres, mujeres, niños, jóvenes y viejos, de todos los géneros, sin “intención cultural” alguna, a diferencia de cuando se visita un centro cultural tradicional, siempre un poco a la fuerza.
Mónica lo consigue con valentía,
con base estadística y con el apoyo de una juventud consciente y “sin-vergüenza”
que se agrega a su propuesta, pues la entiende como una acción performática necesaria
e inteligente, que aglutina el sentir individual, desde la experiencia personal
e íntima, hacia una unidad visible por voluminosa, y descaradamente
confrontativa, a la que le urgen respuestas y soluciones concretas por parte de
la institucionalidad oficial y de la cultura machista en que estamos tod@s inmers@s.
Así mismo, otras artistas de la
FAUCE, con su obra “NO TODO ES COLOR ROSA” se preguntan: “…por qué la mujer
–ante la sociedad- en lugar de ser víctima, termina siendo culpable de lo que
ha sucedido…” (Aracely Guachamín y Mayra Iza, 2013) supuestamente debido a su
“vestimenta provocativa” y a su “conducta libertina”. “Es culpa de las chicas”,
se escucha con frecuencia, frente a los últimos acontecimientos de femicidio
acaecidos en nuestro medio, dando cuenta de un juicio simplista que en la
práctica conduce al retroceso de los derechos de la mujer en cuanto a sus libertades
de decisión y acción dentro de la sociedad ecuatoriana: niñas y adolescentes “mejor
guardadas” dentro de sus casas, padres enfadados, mujeres temerosas. Lo que en
suma hace de la nuestra una sociedad menos justa.
Ambas son acciones artísticas que
redefinen –localmente- el rol tradicional del artista, ubicándolo como un
agente social políticamente activo e indispensable.