Europa surge como potencia
mundial a partir del siglo XVI y con ello inicia su proceso colonizador del
mundo (Portugal y España se reparten territorios en América y África –del S.XVI
al S.XIX-). Con una segunda etapa consistente en la expansión de Inglaterra y
Francia (dominando militarmente territorios en América, Asia, India, África, Australia, Oceanía, etc.
–desde inicios del S.XIX hasta mediados del S.XX-). Período "colonial" que a su culminación dio paso a la llamada etapa "poscolonial", a nivel mundial,
coincidente con la emancipación de la India en 1947.
El colonialismo modificó en
gran medida las estructuras sociales y contenidos culturales de los pueblos
subyugados, sobre todo a nivel estatal e institucional. Y de manera parcial y
segmentada a nivel popular y subjetivo.
A su retirada de los territorios ocupados,
los países colonizadores dejaron en ellos su modelo social, gran parte de su cultura y
su misma corporalidad en los descendientes criollos y en la institucionalidad
local regida por el ideal civilizatorio impuesto (orden social basado en el
racismo y etnocentrismo, conocimiento científico y cultura occidental), lo cual
significó una retirada parcial, a nivel físico, pero no así a nivel simbólico
(entendido lo simbólico como el valor, importancia o autoridad que un objeto
dado detenta dentro de un sistema social). Lo que entendemos por "colonialidad".
Luego de tal proceso, los
pueblos emancipados (paradójicamente estratificados bajo un modelo colonial) a
nivel oficial, estatal o republicano, no retomaron el orden social precolonial,
ni sus propios conocimientos ni su cultura. Por ello se habla justamente de un periodo
poscolonial que representa no la terminación sino la continuidad de la
colonialismo europeo reproducido por sus descendientes criollos y consentido
por el resto de la población, en este caso americana.
Buena parte de tal población,
dividida en tres estratos (blancos criollos; mestizos e indios
occidentalizados; y mestizos e indios de raigambre precolombina) mantiene en la actualidad actitudes y
conductas puristas, hibridas o precolombinas (ciertamente sincretizadas)
periféricas al poder social concentrado principalmente en la población blanca y
mestiza occidentalizada que detenta una tradicional (colonial) posición aventajada
en el campo social local, acaparando en para sí los capitales simbólico,
cultural y social (Bourdieu), hecho que a este grupo le ha permitido poseer, pertenecer o acceder legítimamente a los
recursos y privilegios disponibles en el campo social: capitales económicos y
propiedades; capitales culturales colonialmente dominantes tales como las artes
y las ciencias; capitales sociales como el acceso a círculos sociales altos
económicamente privilegiados que reproducen y avalan el orden social
postcolonial y a sus correspondientes actores (blancos, mestizos e indios
occidentalizados, aunque éstos últimos actúan generalmente bajo una relación
subalterna). Evidentemente este esquema excluye el caso del segmento existente
blanco asalariado (es decir subalterno) y de parientes pobres de la
aristocracia colonial, grupos que sin embargo acceden privilegiadamente a los
recursos propios de su estatus popular y a los favores de la élite, por sobre
otros agentes sociales de su mismo grupo. Excluye también el caso de los
mestizos e indios que a fuerza de “blanqueamiento cultural”[1]
han accedido parcialmente a los privilegios mencionados, mas nunca a la
categoría estética.
En ese marco se ha gestado -por ejemplo- el
estado ecuatoriano; sus constituciones políticas; sus instituciones
administrativas y educativas; sus instituciones culturales. Desde
ese poder político avalado en un espacio social simbólicamente colonial, es
desde donde se han emanado, las políticas sociales y culturales (el arte entre
ellas) dominantes. En el caso del Ecuador, ya desde 1830. Esta condición da
cuenta de la existencia de dos formas de emancipación independentista
periférica. La primera constituida e impulsada por agentes sociales
desprendidos del poder social central de orden colonial, en busca de
independencia político-económica, mas no social o cultural. Y la segunda,
constituida e impulsada por agentes sociales periféricos ajenos al poder social
central de orden colonial, en busca de independencia político-económica, además
de social y cultural. E allí la diferencia clave. Tal revolución nunca existió.
Está claro que la emancipación
independentista americana fue protagonizada por el primer grupo de agentes
sociales, desprendidos del núcleo colonial y por tanto partidarios de la
esencia de su orden y contenidos
socio-cultural originales. Una revolución político-económica que para América precolombina,
india e incluso mestiza, no significó la liberación del yugo colonial sino la
continuación de su modelo bajo otro gobierno.
Por tanto, América precolombina en
el presente siglo XXI mantiene su condición colonial, más o menos cómoda o
incómoda según los “distintos” estratos y orígenes socio-culturales de los
agentes que la conforman, en su mayoría de origen mestizo-andino, he allí el
problema. Y es que la colonialidad no es simplemente un asunto de dominación
física y violenta de un territorio ocupado por otro grupo humano, sino la imposición
de códigos socio-culturales sobre el imaginario colectivo de otra comunidad con el fin siempre económico de dominarla-adherirla, sin aceptarla por completo
sin embargo, ni permitirle el acceso a recursos y privilegios de mayor nivel.
Para que tal cosa sea posible es necesario sembrar en la mente del pueblo
dominado la noción de "auto inferioridad" ante el pueblo colono (conformismo),
ello se consigue masificando un modelo educativo perverso que en sí es el
modelo colonial, y cuya misión y mensaje central es: "el poder, el conocimiento
y el estilo de vida apropiados son emanados desde un núcleo colonial; jamás
desde su periferia. El poder, el conocimiento y el estilo de vida, aunque
potencialmente gestados en la periferia, siempre lo serán en base a modelos,
estándares, metodologías y avales coloniales (europeos)". Fin de la historia.
América precolombina y mestiza
está enterrada bajo un grueso estrato de poder colonial, sin posibilidades
emancipatorias más allá de las que su pueblo indígena –aún intacto en gran
medida- pueda gestar "por fuera del espacio social occidental", y eso incluye el
campo académico. La revolución de los
salvajes será entonces la verdadera revolución americana.
Mario Fernando García, marzo de 2013
[1]
Teoría Poscolonial, Grupo Modernidad/Colonialidad: refiriéndose a la
Colonialidad del Poder (predominancia de raza, fenotipo y cultura).