jueves, 28 de marzo de 2013

LA REVOLUCIÓN DE LOS "SALVAJES": PATRIA PARA LOS PUEBLOS INDÍGENAS

Europa surge como potencia mundial a partir del siglo XVI y con ello inicia su proceso colonizador del mundo (Portugal y España se reparten territorios en América y África –del S.XVI al S.XIX-). Con una segunda etapa consistente en la expansión de Inglaterra y Francia (dominando militarmente territorios en América, Asia, India, África, Australia, Oceanía, etc. –desde inicios del S.XIX hasta mediados del S.XX-). Período "colonial" que a su culminación dio paso a la llamada etapa "poscolonial", a nivel mundial, coincidente con la emancipación de la India en 1947.

El colonialismo modificó en gran medida las estructuras sociales y contenidos culturales de los pueblos subyugados, sobre todo a nivel estatal e institucional. Y de manera parcial y segmentada a nivel popular y subjetivo.
A su retirada de los territorios ocupados, los países colonizadores dejaron en ellos su modelo social, gran parte de su cultura y su misma corporalidad en los descendientes criollos y en la institucionalidad local regida por el ideal civilizatorio impuesto (orden social basado en el racismo y etnocentrismo, conocimiento científico y cultura occidental), lo cual significó una retirada parcial, a nivel físico, pero no así a nivel simbólico (entendido lo simbólico como el valor, importancia o autoridad que un objeto dado detenta dentro de un sistema social). Lo que entendemos por "colonialidad".
Luego de tal proceso, los pueblos emancipados (paradójicamente estratificados bajo un modelo colonial) a nivel oficial, estatal o republicano, no retomaron el orden social precolonial, ni sus propios conocimientos ni su cultura. Por ello se habla justamente de un periodo poscolonial que representa no la terminación sino la continuidad de la colonialismo europeo reproducido por sus descendientes criollos y consentido por el resto de la población, en este caso americana.
Buena parte de tal población, dividida en tres estratos (blancos criollos; mestizos e indios occidentalizados; y mestizos e indios de raigambre precolombina) mantiene en la actualidad actitudes y conductas puristas, hibridas o precolombinas (ciertamente sincretizadas) periféricas al poder social concentrado principalmente en la población blanca y mestiza occidentalizada que detenta una tradicional (colonial) posición aventajada en el campo social local, acaparando en para sí los capitales simbólico, cultural y social (Bourdieu), hecho que a este grupo le ha permitido poseer,  pertenecer o acceder legítimamente a los recursos y privilegios disponibles en el campo social: capitales económicos y propiedades; capitales culturales colonialmente dominantes tales como las artes y las ciencias; capitales sociales como el acceso a círculos sociales altos económicamente privilegiados que reproducen y avalan el orden social postcolonial y a sus correspondientes actores (blancos, mestizos e indios occidentalizados, aunque éstos últimos actúan generalmente bajo una relación subalterna). Evidentemente este esquema excluye el caso del segmento existente blanco asalariado (es decir subalterno) y de parientes pobres de la aristocracia colonial, grupos que sin embargo acceden privilegiadamente a los recursos propios de su estatus popular y a los favores de la élite, por sobre otros agentes sociales de su mismo grupo. Excluye también el caso de los mestizos e indios que a fuerza de “blanqueamiento cultural”[1] han accedido parcialmente a los privilegios mencionados, mas nunca a la categoría estética.
En ese marco se ha gestado -por ejemplo- el estado ecuatoriano; sus constituciones políticas; sus instituciones administrativas y educativas; sus instituciones culturales. Desde ese poder político avalado en un espacio social simbólicamente colonial, es desde donde se han emanado, las políticas sociales y culturales (el arte entre ellas) dominantes. En el caso del Ecuador, ya desde 1830. Esta condición da cuenta de la existencia de dos formas de emancipación independentista periférica. La primera constituida e impulsada por agentes sociales desprendidos del poder social central de orden colonial, en busca de independencia político-económica, mas no social o cultural. Y la segunda, constituida e impulsada por agentes sociales periféricos ajenos al poder social central de orden colonial, en busca de independencia político-económica, además de social y cultural. E allí la diferencia clave. Tal revolución nunca existió.
Está claro que la emancipación independentista americana fue protagonizada por el primer grupo de agentes sociales, desprendidos del núcleo colonial y por tanto partidarios de la esencia  de su orden y contenidos socio-cultural originales. Una revolución político-económica que para América precolombina, india e incluso mestiza, no significó la liberación del yugo colonial sino la continuación de su modelo bajo otro gobierno.
Por tanto, América precolombina en el presente siglo XXI mantiene su condición colonial, más o menos cómoda o incómoda según los “distintos” estratos y orígenes socio-culturales de los agentes que la conforman, en su mayoría de origen mestizo-andino, he allí el problema. Y es que la colonialidad no es simplemente un asunto de dominación física y violenta de un territorio ocupado por otro grupo humano, sino la imposición de códigos socio-culturales sobre el imaginario colectivo de otra comunidad con el fin siempre económico de dominarla-adherirla, sin aceptarla por completo sin embargo, ni permitirle el acceso a recursos y privilegios de mayor nivel. Para que tal cosa sea posible es necesario sembrar en la mente del pueblo dominado la noción de "auto inferioridad" ante el pueblo colono (conformismo), ello se consigue masificando un modelo educativo perverso que en sí es el modelo colonial, y cuya misión y mensaje central es: "el poder, el conocimiento y el estilo de vida apropiados son emanados desde un núcleo colonial; jamás desde su periferia. El poder, el conocimiento y el estilo de vida, aunque potencialmente gestados en la periferia, siempre lo serán en base a modelos, estándares, metodologías y avales coloniales (europeos)". Fin de la historia.
América precolombina y mestiza está enterrada bajo un grueso estrato de poder colonial, sin posibilidades emancipatorias más allá de las que su pueblo indígena –aún intacto en gran medida- pueda gestar "por fuera del espacio social occidental", y eso incluye el campo académico.  La revolución de los salvajes será entonces la verdadera revolución americana.
Mario Fernando García, marzo de 2013



[1] Teoría Poscolonial, Grupo Modernidad/Colonialidad: refiriéndose a la Colonialidad del Poder (predominancia de raza, fenotipo y cultura).

sábado, 16 de marzo de 2013

NO ME GUSTA LA DANZA ECUATORIANA

Al menos aquella que se practica mayormente dentro de escenarios cultos (teatros) en esos géneros puros y eclécticos etiquetados bajo lo contemporáneo.

No me gusta la danza ecuatoriana, parece un montaje de fragmentos sin sentido. Lo digo humildemente considerando claro está las variables de mi ignorancia y plataforma cultural.

Los bailarines denotan el conteo coreográfico, no por ineptitud o inexperiencia sino por obediencia, lo sospecho.

Sé que sonará machista y superfluo pero me confieso: me decepciona y a falta de algo más interesante antes de terminar admirando el cuerpo de las chicas para ver cual me parece más sensual o de rostro bello, me retiro del auditorio para conservar mi dignidad.

Los clichés son evidentes, los lugares comunes, esos movimientos reproducidos y aislados entre sí, no los soporto, no asisto a espectar un repaso de la técnica o ejercicios aeróbicos, asisto a experimentar arte.

Los bailarines son demasiado jóvenes para una coreografía que tal parece se les impone dictatorialmente. No es políticamente correcto lo que he dicho, lo sé, pero ya lo explicaré.

Al parecer el bailarín se convierte en mero instrumento plástico de una cuestionable inteligencia autora y coreográfica superior a él. Tras sus movimientos se evidencia una voluntad que no es la suya y da asco a quien entiende el arte desde el concepto, el sentir y el deseo.

Se coarta la libertad expresiva del bailarín, al parecer bajo su propia sumisión, por eso digo que son muy jóvenes para oponerse a ello, no para la técnica, el deseo o el derecho a serlo.

Esta danza carece de corazón y se nota en los movimientos repasados y autómatas de los bailarines, en sus expresiones faciales duras y sonrisas de protocolo.

La belleza prima. Esa belleza venida que desembarcó en esta geografía para quedarse como implacable curadora de los cuerpos.

Los estereotipos son evidentes y empobrecen el lenguaje corporal reduciéndolo a lo graham.

Se evidencia la selección de los cuerpos y la estereotipación de los centros de interés compositivo, siempre vemos en primer plano la dama de piernas largas y el caballero alto.

Queda poco espacio para la anomalía –inherente al arte-, nada para la diversidad corporal,  para la personalidad y el pensamiento del bailarín hecho movimiento y viceversa.

Es recurrente el “exotismo culto” ecléctico, jerarquizado, no bajo la academia o tradición europea, sino bajo el academismo riguroso, no del pasado, sino de su escritura dinámica y reciente. Lamentablemente la reproducción de la regla aún no se rompe.

El fracaso de esa codigofagia provinciana paradójicamente alimenta lo provinciano y hace metástasis en el público, en sus aplausos vacilantes, en su asistencia siempre insuficiente o en las presentaciones financiadas por parientes o por la institución pública.

Desde mi entendimiento en la danza el artista (bailarín) no es un robot ejecutor, es mas bien un ente lúdico, mago, sacerdote, declamador, animal en celo, sujeto en trance, demonio, víctima y agresor, él y nosotros, autor y medio; suda, siente, respira, adolece, goza, ríe, celebra, seduce, llora, ama agrede… expresa o traduce formalmente no necesariamente desde la conciencia o el sistema su experiencia vital, el artista bailarín es un todo, piensa, siente y se mueve de manera simultánea. Es el dueño de su cuerpo y se une al universo cada vez que danza pues cada gesto es significante por momentáneo al ritmo de su nervio y no del 123 programado. Usa la técnica en beneficio de su proyecto y no al contrario. Como el jazz y la catarsis. Nos lleva con él.

Pido libertad, menos ortodoxia coreográfica, coautoría para los bailarines; mayor inteligencia, generosidad y campo para los autores.

Si no se puede al menos busquemos otra denominación para hablar de danza ecuatoriana.

Sin generalizar.

Disculpe usted, lo que he dicho lo llevaba en el pecho hace varios años.

Mario F. García

Marzo, 2013.