COMPARTO EL TEXTO QUE DI LECTURA EN LA PRIMERA SESIÓN (9 DE MAYO) DEL
SEMINARIO "ARTE Y EDUCACIÓN" REALIZADO EN EL CENTRO DE ARTE
CONTEMPORÁNEO DE QUITO,
CUYO TEMA ERA:
¿CÓMO HACER UN
DIAGNÓSTICO CRÍTICO SOBRE EL PROGRAMA DE LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA
UNIVERSITARIA DESDE ADENTRO Y EN EL CONTEXTO ACTUAL?
Literalmente argumenté lo siguiente y espero sea de utilidad:
"Es pertinente
abordar el problema del arte ecuatoriano desde los modelos educativos y
su articulación con el campo laboral y las instituciones culturales.
Analizar y reformar los programas académicos y sus metodologías, relacionar la creación artística al contexto socio-cultural en que se inserta y del que procede, desarrollar competencias profesionales productivas, vincular instituciones educativas y culturales, etc.
Pero también es tan importante, y fundamental, tratar el tema de la situación del arte ecuatoriano, latinoamericano y periférico en general, frente a la estructura social y sus valores dominantes a nivel mundial.
No quisiera utilizar el término “poscolonial”, ya que trae a la mente connotaciones políticas ya formuladas, desgastadas y desprestigiadas, pero es necesario hacerlo para describir claramente y sin eufemismos lo que yo llamo “la jodida posición simbólica del arte ecuatoriano”.
Yo creo que allí se ubica la raíz y esencia de lo que nos preocupa, de esta crisis.
Sin entrar en reflexiones que ya conocemos, basta con ejemplificar lo dicho:
1.- Los contenidos académicos nacionales, por lo que conozco, se hallan constituidos únicamente por unidades del saber acuñadas y generadas desde occidente, y es lógico en la medida de que se enmarcan dentro de una institución “académica”, pero también es cierto que el espíritu académico, al menos en su discurso, valora y promueve el saber en su conjunto, sin embargo no vemos esos saberes locales integrando y dando forma a nuestras instituciones educativas, tal vez no existan, o tal vez aún no sea posible su percepción y valoración.
Esta condición obliga a una constante “actualización” académica en relación a los criterios gestados en las sociedades fundamentalmente europeas, y deriva en el ensayo de modelos que, como vemos en la actualidad, no han sido operativos ni siquiera en su lugar de origen.
Sin embargo dada la jerarquía del discurso racional que los respalda, los aplicamos localmente de manera casi irreflexiva, confiando en que funcionen, dada su autoridad. Y de hecho no funcionan, al menos para el campo del arte. Por ello estamos reunidos ahora, para intentar formular un organismo mestizo adaptado a nuestro particular medio ambiente.
2.- El valor del arte ecuatoriano ha sido históricamente medido en relación al “virtuosismo mimético” que practicaban los primeros indios y mestizos al realizar copias más o menos perfectas de la iconografía cristiana. Todos sabemos eso.
Esa condición mimética se ha mantenido presente en nuestra sociedad durante toda su historia republicana y contemporánea, se la puede ver en la constitución de las instituciones públicas y privadas, y en la práctica del arte.
Al igual que Manuel Chili, que es nadie en el contexto artístico global, hoy los movimientos artísticos colectivos y los artistas independientes, valoran y reproducen modelos emanados desde los centros que conforman los circuitos internacionales. Y lo hacen con cierto éxito, pero no con mayores perspectivas que un Caspicara.
Por ello, sin despreciar lo grandemente positivo que nos ha proporcionado y nos continúa proporcionando el pensamiento europeo debemos, de alguna manera, y yo diría que es una obligación social, aportar al bagaje del saber universal desde nuestra condición mestiza. Y para ello debemos valorar lo que somos, nuestros procesos, nuestras metodologías, nuestras necesidades, nuestros placeres, nuestras filosofías de vida, y fundamentalmente nuestros propios cuerpos.
Nuestra sociedad se encuentra ciertamente estratificada.
Es motivo de orgullo reconocerse en lo alto para quienes ostentan posiciones simbólicas privilegiadas.
Es duro para quienes se encuentran en estratos inferiores aceptar su propia condición.
La gente de condición social media o baja vota y defiende a la derecha política, porque no reconoce su condición real, porque aspira el estatus de las clases altas, vive esa ilusión ingenua, como los siervos anhelan la aristocracia que a su vez les provee de “literatura fantástica”.
El primer paso hacia la solución del problema de clase es auto reconocerse dentro de la estructura social, de la misma manera en que un alcohólico afronta su realidad. Reconocerse individualmente y como pueblo.
Vivimos en una sociedad de castas donde negro se casa con negra, indio con india, mestizo con mestiza y criollo con criolla. Donde el ecuatoriano es más feo cuanto más tenga de indio, y donde los cuerpos europeos son objeto de enamoramiento y credibilidad.
Vivimos en una sociedad donde la misma academia se estratifica en base a procedimientos que dividen los cuerpos por condición económica, y rara vez los enfrenta.
En ese marco poco valor y posibilidad tiene la preparación del sujeto, el talento y las razones que esgrima.
Entre dos sujetos talentosos, surge el que detente mejores vinculaciones.
Entre un sujeto mediocre y otro genial, surge el que detente mayor jerarquía, y esa jerarquía está, en nuestra cultura, asociada directamente al tema de clase, que a su vez tiene su genealogía en la Colonia, la raza de los cuerpos, la cultura de esos cuerpos, la educación, la estética de los lenguajes y modos de comunicación verbal y gestual, los círculos de poder.
Bien vendría realizar un estudio étnico de las poblaciones estudiantiles universitarias.
Por eso el arte no está condicionado del todo por la condición de calidad, sino por su situación social, y esto funciona tanto para individuos como para pueblos enteros.
Esa es la principal problemática que un día deberemos inevitablemente afrontar: luchar contra la significación social -local y global- que se nos ha asignado".
MFG 2012.
Analizar y reformar los programas académicos y sus metodologías, relacionar la creación artística al contexto socio-cultural en que se inserta y del que procede, desarrollar competencias profesionales productivas, vincular instituciones educativas y culturales, etc.
Pero también es tan importante, y fundamental, tratar el tema de la situación del arte ecuatoriano, latinoamericano y periférico en general, frente a la estructura social y sus valores dominantes a nivel mundial.
No quisiera utilizar el término “poscolonial”, ya que trae a la mente connotaciones políticas ya formuladas, desgastadas y desprestigiadas, pero es necesario hacerlo para describir claramente y sin eufemismos lo que yo llamo “la jodida posición simbólica del arte ecuatoriano”.
Yo creo que allí se ubica la raíz y esencia de lo que nos preocupa, de esta crisis.
Sin entrar en reflexiones que ya conocemos, basta con ejemplificar lo dicho:
1.- Los contenidos académicos nacionales, por lo que conozco, se hallan constituidos únicamente por unidades del saber acuñadas y generadas desde occidente, y es lógico en la medida de que se enmarcan dentro de una institución “académica”, pero también es cierto que el espíritu académico, al menos en su discurso, valora y promueve el saber en su conjunto, sin embargo no vemos esos saberes locales integrando y dando forma a nuestras instituciones educativas, tal vez no existan, o tal vez aún no sea posible su percepción y valoración.
Esta condición obliga a una constante “actualización” académica en relación a los criterios gestados en las sociedades fundamentalmente europeas, y deriva en el ensayo de modelos que, como vemos en la actualidad, no han sido operativos ni siquiera en su lugar de origen.
Sin embargo dada la jerarquía del discurso racional que los respalda, los aplicamos localmente de manera casi irreflexiva, confiando en que funcionen, dada su autoridad. Y de hecho no funcionan, al menos para el campo del arte. Por ello estamos reunidos ahora, para intentar formular un organismo mestizo adaptado a nuestro particular medio ambiente.
2.- El valor del arte ecuatoriano ha sido históricamente medido en relación al “virtuosismo mimético” que practicaban los primeros indios y mestizos al realizar copias más o menos perfectas de la iconografía cristiana. Todos sabemos eso.
Esa condición mimética se ha mantenido presente en nuestra sociedad durante toda su historia republicana y contemporánea, se la puede ver en la constitución de las instituciones públicas y privadas, y en la práctica del arte.
Al igual que Manuel Chili, que es nadie en el contexto artístico global, hoy los movimientos artísticos colectivos y los artistas independientes, valoran y reproducen modelos emanados desde los centros que conforman los circuitos internacionales. Y lo hacen con cierto éxito, pero no con mayores perspectivas que un Caspicara.
Por ello, sin despreciar lo grandemente positivo que nos ha proporcionado y nos continúa proporcionando el pensamiento europeo debemos, de alguna manera, y yo diría que es una obligación social, aportar al bagaje del saber universal desde nuestra condición mestiza. Y para ello debemos valorar lo que somos, nuestros procesos, nuestras metodologías, nuestras necesidades, nuestros placeres, nuestras filosofías de vida, y fundamentalmente nuestros propios cuerpos.
Nuestra sociedad se encuentra ciertamente estratificada.
Es motivo de orgullo reconocerse en lo alto para quienes ostentan posiciones simbólicas privilegiadas.
Es duro para quienes se encuentran en estratos inferiores aceptar su propia condición.
La gente de condición social media o baja vota y defiende a la derecha política, porque no reconoce su condición real, porque aspira el estatus de las clases altas, vive esa ilusión ingenua, como los siervos anhelan la aristocracia que a su vez les provee de “literatura fantástica”.
El primer paso hacia la solución del problema de clase es auto reconocerse dentro de la estructura social, de la misma manera en que un alcohólico afronta su realidad. Reconocerse individualmente y como pueblo.
Vivimos en una sociedad de castas donde negro se casa con negra, indio con india, mestizo con mestiza y criollo con criolla. Donde el ecuatoriano es más feo cuanto más tenga de indio, y donde los cuerpos europeos son objeto de enamoramiento y credibilidad.
Vivimos en una sociedad donde la misma academia se estratifica en base a procedimientos que dividen los cuerpos por condición económica, y rara vez los enfrenta.
En ese marco poco valor y posibilidad tiene la preparación del sujeto, el talento y las razones que esgrima.
Entre dos sujetos talentosos, surge el que detente mejores vinculaciones.
Entre un sujeto mediocre y otro genial, surge el que detente mayor jerarquía, y esa jerarquía está, en nuestra cultura, asociada directamente al tema de clase, que a su vez tiene su genealogía en la Colonia, la raza de los cuerpos, la cultura de esos cuerpos, la educación, la estética de los lenguajes y modos de comunicación verbal y gestual, los círculos de poder.
Bien vendría realizar un estudio étnico de las poblaciones estudiantiles universitarias.
Por eso el arte no está condicionado del todo por la condición de calidad, sino por su situación social, y esto funciona tanto para individuos como para pueblos enteros.
Esa es la principal problemática que un día deberemos inevitablemente afrontar: luchar contra la significación social -local y global- que se nos ha asignado".
MFG 2012.