A pesar de que algunos lo consideren un "cliché", yo me inclino por el discurso que promueve la "tolerancia a la diversidad", porque es una realidad que somos distintos.
Salga a la calle un día cualquiera y verá que no me equivoco; por ejemplo -hablando de "cultura ecuatoriana"- fíjese a quién sonríe, con quién comparte su almuerzo, cuán cómodo se siente con la persona que se sienta a su lado en el transporte público, a quién invita a su casa. Esa diferencia explica en gran medida las soledades que experimentamos o la emoción de reconocernos en una fiesta de amigos. Además explica la "indiferencia" de gran parte de la sociedad hacia lo que hacemos y consideramos importante (el arte).
Si usted piensa como sociólogo, verá la diversidad -por ejemplo- en las metas que se plantea la gente a su alrededor, en el "tipo de metas" o su total "ausencia"; allí se expresa la diferencia, culturalmente respetable por supuesto.
En ese "campo de lucha" se ubica el "arte culto", académico, occidentalizado, ilustrado o leído (es lo mismo), y la "razón" (o triunfo de ciertas ideas, que es lo mismo) está del lado de los que "venden", de los que venderán, o de los que quieren -y aún no pueden- vender su arte, pero que, sin embargo, están trabajando duramente en ello, transgrediendo para expresarse y visibilizarse.
Me incluyo en los tres grupos, acepto mi falta de inocencia...