SOBRE EL ARTÍCULO DE REVISTA “LAS COARTADAS DE LA CENTRAL”
He leído un artículo de opinión sobre la última Exposición de Egresados de la Universidad Central del Ecuador (2010), publicado sin autoría en la revista Vanguardia.
En tal artículo, un sujeto anónimo se desboca irresponsablemente en improperios contra la producción artística de toda una promoción de jóvenes estudiantes y de las políticas educativas de la Facultad de Artes, y por ende de sus actuales autoridades y profesores. Por tanto, como docente, no puedo dejar pasar por alto tal arrebato.
Primero habrá que ver quién es y desde dónde habla ese ser de identidad y género indefinido, que acusa a la Central de "dar la espalda al arte contemporáneo". Pero yo me pregunto a qué contemporaneidad se refiere, a la de New York o a la de nuestro país, que ciertamente son diferentes a pesar del discurso de la globalización y deslocalización del arte, que no es una realidad para todos. Al respecto Trinidad Pérez enuncia: “Más bien pensamos que el arte se define en el tiempo y en el espacio y que, consecuentemente, debemos hablar de arte en plural, pues ha sido definido de distintas formas en distintas épocas y lugares. El arte no es una noción abstracta que puede tener la misma apariencia y función en cualquier lugar ni en cualquier época. Por eso, cuando hablamos de arte contemporáneo nos referimos a una cierta noción de arte, a una que se construye y define en un contexto particular: el del mundo en globalización en donde los valores altos del capitalismo se instalan y adquieren predominio. Este no es un mundo homogéneo y sin conflictos”[1]. Así pues “nuestro arte contemporáneo es contemporáneo a nosotros” mas no a los new yorkinos, y desde aquí dialoga con las tendencias mundiales sin hacerlas de menos. Podría ser de otra forma? Seguramente sí, lo estamos viendo en la crítica, pero a qué costo ético.
De la misma manera Mónica Vorbeck denuncia las estructuras contemporáneas de raíz decimonónica que establecen mecanismos de “comprensión y proyección pública de la práctica artística” ciertamente disfuncionales en la actualidad: “Tradicionalmente el salón se estructura como un sistema piramidal, con base abierta, que se va cerrando a medida que se implementan los mecanismos de selección –y exclusión- que buscan fundamentarse en una forma de consenso producido por la figura del jurado. Este grupo de especialistas, conformado en los salones parisinos no solo por artistas sino también por arquitectos pertenecientes a la Academia, compartían un criterio que solía ser conservador y que conducía frecuentemente a marginar las propuestas artísticas que se alejaran de los cánones establecidos”[2]. Así pues, me pregunto quienes son ahora los autoritarios y conservadores, la Facultad de Artes con su política de apertura e inclusión frente a la creación artística respetando al sujeto cultural, o los dogmáticos críticos con sus axiomas hiper-académicos nuevamente importados como en los "años 30" de los que habla ese señor desfasado, porque las ideas importadas y recitadas mecánicamente equivalen a los cristos que reproducía Pampite en épocas coloniales.
El autor del artículo afirma que la mayoría de las obras, presentadas por los egresados “no merecían ser mostradas” dado su supuesto carácter artesanal. Y agrede directamente a Estefanía King por su obra ligada al artista Alberto Giacometti (que por cierto no es italiano sino suizo, lo que confirma la ignorancia del autor).
Pero si de referentes hablamos, y si eso es un pecado artístico, entonces todos lo cometemos, sobre todo quienes hoy se apropian de medios, géneros y conceptos “in”, sino vayan a "consultar el internet" -como recomienda el autor-, que de paso sí tenemos en la U. Central. O a "ver lo que se está haciendo en las bienales de Venecia, Basilea y Kassel y en museos de Nueva York", como recomienda el pobre, eso sí es bueno!!! Da risa y vergüenza ajena a la vez.
Además propone como ejemplos paradigmáicos la actividad realizada por artistas como Manuela Rivadeneira, Tomás Ochoa, María José Argenzio y Estefanía Peñafiel; a más de algunos jóvenes estudiados en otros centros de formación seguramente particular, y centros como el ITAE, FLACSO Y PROCESO.
Y está bien! Yo creo que son artistas interesantes, que trabajan constantemente, se han preparado, son fieles a sus valores culturales y espero que lo disfruten, pero de ninguna manera poseen la verdad absoluta sobre el fenómeno artístico, ni la última palabra, y eso es lo bello del arte y lo que enriquece el diálogo racional.
Para rematar, el pobre hombre cree que la U. Central está en profunda crisis. Me pregunto si habrá visitado alguna vez nuestra Facultad de Artes? Conocerá sus amplios talleres y la actividad que allí se realiza? Habrá dialogado con sus estudiantes, con sus profesores y autoridades? Sabrá de los procesos reformadores por los que hemos pasado? De la Maestría en Estudios del Arte para sus docentes y egresados, dictadas por profesores prestigiosos especializados en Estudios Culturales como: (Ana Rodríguez, María Fernanda Troya, Nelson Reascos, Eduardo Kingman, Rosemary Terán, Eduardo Puente, Mónica Burbano de Lara, Marisol Cárdenas, Mireya Salgado, Hernán Reyes, Manuel Espinosa Apolo, etc.) profesionales que se contrataron con el objetivo de elevar los conocimientos de la planta docente y estudiar la otredad, en beneficio directo de los estudiantes de la U. Central.
En fin, estoy consciente de que siempre habrá gente que no valore la educación pública, siempre habrán borregos (iovinos) de los “estándares” internacionales supuestamente universales y actualizados, incapaces de desarrollar nuestros valores culturales históricamente asimilados (sincretismo), nuestros dialectos, cobas, pensamientos, ritualidades, afectividades, estéticas y artes; ciertamente no anglosajones. Que deseosos por “hablar el idioma del patrón”, por viajar a NY y validar sus obras en el MOMA, elaboran sustentos teóricos forzados y “ventrílocuos”, porque “su voz es siempre la del otro validado” citado del libro tal o cual, coincidentemente occidental -recuerdo a los peinadillos de la Colonia- a sus obras plásticas mal ejecutadas, como queriendo justificar con retórica su desinterés o incapacidad técnica, evidenciando el repudio “clásico” y de clase que los “intelectualizados” –emulando a la aristocracia, en gesto kitsch- sienten por los productos artísticos elaborados meticulosamente, y por sus actores culturales: que son los “artistas”, con nombres y apellidos, con motivaciones propias enraizadas en su familia, su escuela y su sociedad. Y he allí la razón de su arte, de ese que según el autor “no merece ser mostrado”. Y es que el arte es lo que cada colectivo practica, allí radica su lógica y función, y no en lo que una academia ultra occidentalizada define como tal, o peor aún, lo que practica un pequeñísimo grupo social con gran prepotencia, queriendo adjudicarse la posesión de una verdad universal. Suprema tontería que demuestra que "el nivel de ilustración no se relaciona con la inteligencia".
Paradoja increíble para quienes han pasado por los estudios culturales contemporáneos, que han deconstruido las nociones autoritarias sobre cultura y toda su complejidad: creencias conductas y productos, entre ellas las artes; y que a pesar de ello no son capaces de entender la valía de la Facultad de Artes de la U. Central.
Leer por favor a Tylor, Winick, Kant, Geertz, Berger, Estermann. Leer la Constitución del Ecuador, sobre los Derechos Culturales. Leer el Proyecto de Ley de Cultura. Entender las nociones sobre el imaginario colectivo y cómo incide en la construcción de conceptos. Estudiar la postmodernidad, lo referente a la liberación de las racionalidades y diversidades. Conceptos sobre multiculturalidad y derechos individuales. Eso antes de proceder a calumniar a todo un colectivo solamente por no estar de acuerdo con sus nociones.
Ahora, deberíamos preguntarnos a quién sirve tal embate? A qué rencores obedece? A qué frustraciones? Y por último, cómo una revista que se asume seria, se presta para una publicación fascista, que metafóricamente propone un “arte correcto” en oposición a un “arte degenerado”, como a mediados del siglo XX (nazismo).
Los espacios oficiales sirven a la sociedad por entera con sus matices culturales, sin importar la clase social, el nivel instructivo o los conflictos de poder, que de esto último se trata, hablando claro, yo sé que muchos necesitan un cargo o visibilidad, pero a ello debe llegarse con ética y responsabilidad.
Mario Fernando García.
Escultor
[1] Pérez, Trinidad. Catálogo del XI Salón Nacional de Arte Contemporáneo, Fundación El Comercio. Quito, 2007.
[2] Vorbeck, Mónica. “Retos de la práctica curatorial en el Ecuador: Aproximación evaluativa y proyección de la curaduría en un proceso de profesionalización del campo artístico”. www.experimentosculturales.com