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LA INFLUENCIA DEL PENSAMIENTO RACIONAL EN LAS ARTES VISUALES
El “pensamiento racional” se ha instituido en el “modo de ver” (J. Berger) paradigmático del sujeto cultural occidental. Este sistema existe paralelamente a otros sistemas de entendimiento del mundo, como el pensamiento religioso (fe), primitivo, mágico, intuitivo y subjetivo. Pero en las últimas décadas se ha constituido como la manera imperativa de abordar y sustentar la “realidad” y el arte occidental, de hecho ésta explicación es prueba de ello (sustento teórico). Hoy las instituciones culturales exigen una “explicación verbal objetiva e ilustrada”, y el mismo sujeto artista se impone dicha “traducción” del sistema plástico al sistema lingüístico racionalizado (especulación filosófica) y comprobado a través de la evidencia que promete el sistema científico.
En los últimos tiempos las artes plásticas –visuales- se vienen practicando bajo la influencia del pensamiento racionalista. Es decir, una teoría tradicional del arte que se sostenía en valores fundamentales: lo subjetivo y lo intuitivo, junto con lo místico, la fe, lo mágico, la genialidad y la tradición, va cediendo espacio a los argumentos tentativamente objetivos y cognitivos, asociados al pensamiento científico (simple, estructural, normado y fundamentado en la evidencia). Esa influencia ha ubicado a las artes en una categoría cada vez más cercana a las ciencias sociales.
Por ello hoy en día casi se puede hablar de una “ciencia del arte”, ya que éste se ha convertido en el objeto de estudio de diferentes disciplinas interrelacionadas como la antropología, la sociología, la semiótica, la comunicación y la lingüística; ciencias que han abierto la posibilidad de profundizar en el tema desde perspectivas analíticas, interdisciplinarias y transdisciplinarias.
Si se ha propuesto al mismo ser humano como objeto de estudio (antropología) y a su psique (psicoanálisis) –por poner dos ejemplos-, la racionalización del arte es un fenómeno lógico dada esa tendencia cultural occidental.
Las ciencias sociales se esfuerzan por entender la naturaleza del hombre y de sus creencias, conductas y productos -entre ellos las artes-, sin embargo no siempre logran respuestas irrevocables, sobre todo desde la llamada “crisis de la representación” que no ha sido otra cosa que la crítica e incredulidad en los métodos, aproximaciones, interpretaciones y conclusiones obtenidas a través de los procesos investigativos y de miradas tradicionales. De los planteamientos postmodernos deconstructivistas ha surgido esa sospecha en el método científico y en la autoridad de las estructuras racionales como la manera paradigmática de aproximación a una realidad que parece cada vez menos tangible (complejidad, nihilismo). Ese es el discurso, pero sucede que en la realidad parece no quedar resquicio de mundo que no se haya estudiado hasta la médula y al que no se le impongan categorías y estructuras explicativas reductoras y determinantes. Es una paradoja, lo sé, pero ese parece ser el mundo en el que vivimos.
Ahora bien, no deja de ser interesante aproximarse al arte desde una perspectiva científica, sin ignorar por supuesto otras posibilidades y los cuestionamientos que de ellas puedan surgir, para embarcarnos en la tal vez impotente aventura de desentrañar lo oculto tras la naturaleza humana; y en base a eso, en el campo del arte local, ensayar teorías alternativas, coherentes y pertinentes a nuestra compleja realidad socio-cultural, a nuestro rol dentro del mundo, a nuestra individual -pero compartida- y efímera experiencia biológica.
En base a tal aspiración, mi serie escultórica, encarna parte del espíritu occidental racionalista, a través de soluciones formales simples, casi incorpóreas, sobrias, estructurales, esenciales, económicas, geométricas, equilibradas, arborescentes, simétricas, y en su gran mayoría abstractas; pretendiendo establecer una analogía entre el pensamiento científico y los fundamentos artísticos objetivistas emergentes, cada vez más operantes y voceados desde la Academia y las instituciones culturales occidentalizadas.
mario f. garcía