sábado, 10 de octubre de 2009

LA RACIONALIDAD EN EL ARTE


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LA INFLUENCIA DEL PENSAMIENTO RACIONAL EN LAS ARTES VISUALES
El “pensamiento racional” se ha instituido en el “modo de ver” (J. Berger) paradigmático del sujeto cultural occidental. Este sistema existe paralelamente a otros sistemas de entendimiento del mundo, como el pensamiento religioso (fe), primitivo, mágico, intuitivo y subjetivo. Pero en las últimas décadas se ha constituido como la manera imperativa de abordar y sustentar la “realidad” y el arte occidental, de hecho ésta explicación es prueba de ello (sustento teórico). Hoy las instituciones culturales exigen una “explicación verbal objetiva e ilustrada”, y el mismo sujeto artista se impone dicha “traducción” del sistema plástico al sistema lingüístico racionalizado (especulación filosófica) y comprobado a través de la evidencia que promete el sistema científico.
En los últimos tiempos las artes plásticas –visuales- se vienen practicando bajo la influencia del pensamiento racionalista. Es decir, una teoría tradicional del arte que se sostenía en valores fundamentales: lo subjetivo y lo intuitivo, junto con lo místico, la fe, lo mágico, la genialidad y la tradición, va cediendo espacio a los argumentos tentativamente objetivos y cognitivos, asociados al pensamiento científico (simple, estructural, normado y fundamentado en la evidencia). Esa influencia ha ubicado a las artes en una categoría cada vez más cercana a las ciencias sociales.
Por ello hoy en día casi se puede hablar de una “ciencia del arte”, ya que éste se ha convertido en el objeto de estudio de diferentes disciplinas interrelacionadas como la antropología, la sociología, la semiótica, la comunicación y la lingüística; ciencias que han abierto la posibilidad de profundizar en el tema desde perspectivas analíticas, interdisciplinarias y transdisciplinarias.
Si se ha propuesto al mismo ser humano como objeto de estudio (antropología) y a su psique (psicoanálisis) –por poner dos ejemplos-, la racionalización del arte es un fenómeno lógico dada esa tendencia cultural occidental.
Las ciencias sociales se esfuerzan por entender la naturaleza del hombre y de sus creencias, conductas y productos -entre ellos las artes-, sin embargo no siempre logran respuestas irrevocables, sobre todo desde la llamada “crisis de la representación” que no ha sido otra cosa que la crítica e incredulidad en los métodos, aproximaciones, interpretaciones y conclusiones obtenidas a través de los procesos investigativos y de miradas tradicionales. De los planteamientos postmodernos deconstructivistas ha surgido esa sospecha en el método científico y en la autoridad de las estructuras racionales como la manera paradigmática de aproximación a una realidad que parece cada vez menos tangible (complejidad, nihilismo). Ese es el discurso, pero sucede que en la realidad parece no quedar resquicio de mundo que no se haya estudiado hasta la médula y al que no se le impongan categorías y estructuras explicativas reductoras y determinantes. Es una paradoja, lo sé, pero ese parece ser el mundo en el que vivimos.
Ahora bien, no deja de ser interesante aproximarse al arte desde una perspectiva científica, sin ignorar por supuesto otras posibilidades y los cuestionamientos que de ellas puedan surgir, para embarcarnos en la tal vez impotente aventura de desentrañar lo oculto tras la naturaleza humana; y en base a eso, en el campo del arte local, ensayar teorías alternativas, coherentes y pertinentes a nuestra compleja realidad socio-cultural, a nuestro rol dentro del mundo, a nuestra individual -pero compartida- y efímera experiencia biológica.
En base a tal aspiración, mi serie escultórica, encarna parte del espíritu occidental racionalista, a través de soluciones formales simples, casi incorpóreas, sobrias, estructurales, esenciales, económicas, geométricas, equilibradas, arborescentes, simétricas, y en su gran mayoría abstractas; pretendiendo establecer una analogía entre el pensamiento científico y los fundamentos artísticos objetivistas emergentes, cada vez más operantes y voceados desde la Academia y las instituciones culturales occidentalizadas.

mario f. garcía

domingo, 4 de octubre de 2009

“RACIONALISMO ANDINO”


De la serie “LA RACIONALIDAD EN EL ARTE”

TEMA
Crítica a las relaciones culturales jerárquicas.


SUSTENTO TEÓRICO
Desde la antigüedad, el hombre europeo se esforzó por “racionalizar” la realidad en la que "él" se encontraba inmerso. Creyó encontrar verdades universales y las adaptó a su cultura en la forma de valores morales, éticos y estéticos. Tal sistema cultural era -y es- funcional en su época y contexto, para los sujetos que lo generaron y asumieron, sin embargo, tal sistema cultural no se adapta del todo a otras realidades étnicas, con mentalidades y anatomías diferentes a los paradigmas occidentales.
El “tipo físico” andino, si bien mantiene ciertas proporciones coincidentes con el referente vitrubiano, no corresponde totalmente a los estereotipos o estándares europeos, dados por universales y bellos. En su diversidad, el cuerpo de un sujeto andino es menos alargado que las ocho u ocho cabezas y media planteadas como canon de belleza universal. Las piernas de una mujer andina son menos largas, sus caderas son proporcionalmente más anchas y su piel tostada por el sol. Su anatomía mental también es diferente, la naturaleza de su saber, su sensibilidad y su cultura corresponde a otro contexto, a otro episteme.

mario fernando garcía

viernes, 2 de octubre de 2009

APROXIMACIÓN MINUSVÁLIDA


De la serie “LA RACIONALIDAD EN EL ARTE”

TEMA
Crítica a las relaciones culturales jerárquicas.

SUSTENTO TEÓRICO
En nuestro medio, desde la colonia, el arte se ha venido practicando desde el paradigma religioso católico (Escuela Quiteña), que imbuido de los ideales greco-latinos (Academia) se superpuso casi completamente a las manifestaciones estéticas indígenas, dándolas por inexistentes o, en el mejor de los casos, por minusválidas, llamándolas folklore, arte popular, primitivismo, etc.

El arte ecuatoriano parece complicarse al tratar de generar un concepto respetuoso, visibilizador y validador de sus manifestaciones estéticas individuales y populares-colectivas, de su estética y de su feísmo. Éste lamentablemente jamás podrá dialogar en igualdad de condiciones con un concepto hegemónico y excluyente que mantiene en el complejo de inferioridad y minusvalía toda expresión mimética y toda manifestación nativa “no autorizada” sea esta india o mestiza.

Es urgente empezar ya a trabajar en esa tarea, aunque en un primer momento nos inquiete la ceguera, la duda y la inseguridad, sembradas estratégicamente durante generaciones, y que nos ha hecho valorar muy poco lo que somos y hacemos, y en cambio, sobre valuar lo venido de esos centros imaginarios.